Los muertos by Jorge Carrión

Los muertos by Jorge Carrión

autor:Jorge Carrión
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Variada
publicado: 2010-10-09T22:00:00+00:00


2

RICHIE

En el mostrador de la recepción, el Nuevo entrega cuatrocientos cincuenta dólares. La recepcionista, mientras introduce el dinero en la caja registradora, le sonríe. Es mulata y el blanco marfil embellece su sonrisa espléndida. El Nuevo pone cara de asco: «Yo no soy tu jodido hermano, así que deja de sonreírme así, so furcia». La mujer, avergonzada, baja la vista. El Nuevo entra en la sala de espera. Hojea una revista: Hillary Clinton apoya la independencia absoluta de Hong Kong; jefes de Estado de todo el mundo se congregan en el funeral de Sarkozy, las razones de su suicidio son todavía una incógnita. «Basura», dice el Nuevo, mientras lanza la revista sobre la mesita. Una madre y su hija lo miran y se sonrojan. Se abre la puerta. Aparece un hombre vestido enteramente de negro, con aspecto cadavérico: ojeras moradas y la piel adherida al cráneo. «Pase, Richie, usted es el siguiente.»

«Ves más claro, Roy, ves más claro», le dice Samantha, con voz melosa. «Es normal cuando se acerca el momento; ha habido una confusión, Roy, una grave confusión. Tu nombre no es Roy, sino Lenny; tu mundo anterior es muy parecido al mundo anterior de Roy, pero no es el mismo, los dos son oscuros, pero no son el mismo. Te llamas Lenny y echas de menos a tu mujer, por eso te conectas continuamente a algo que te permite verla, sentirla, como si no hubiera muerto.» Samantha le ha cogido las manos mientras sus ojos estaban en blanco; cuando al fin sale de su estado adivinatorio, cuando sus pupilas regresan a la córnea, es Roy quien pierde su mirada.

«¿Por qué me ha llamado Richie?» Están en un estudio repleto de fotografías en blanco y negro de todo tipo de ojos. «Tengo ese don, soy capaz de conocer el nombre en cuanto establezco contacto visual con un cliente.» Ojos grandes y minúsculos, de mujer y de hombre, sin color. «¿Y por qué está tan seguro? Me han dicho que mucha gente se muere sin saber su nombre real, o con muchas dudas sobre el que el adivino le reveló.» Ojos rasgados y redondos, felinos o voraces. «Cada adivino tiene uno o varios dones: el mío es el de los nombres; relájese, déme las manos.» Con cierto reparo, Richie le ofrece las palmas de sus manos: al contacto, un rictus contrariado le tuerce la comisura de los labios. Ojos concéntricos. «Usted estuvo en la cárcel, hacía gimnasia, era cariñoso con sus hijos, respetaba a sus mayores, era respetado, sí, muy respetado.» Richie sonríe; tras él, una mirada de ave rapaz. «No veo nada de su infancia, no tuvo infancia, su vida comienza cuando sale de prisión, y regresa, y las cosas han cambiado, y ya no es tan respetado.» Los ojos en blanco: calavera perfecta. «Se sube a un coche y atropella a alguien; es capaz de dar palizas; es capaz de matar.» Richie sigue sonriendo. «Es blanco, desciende de europeos, de italianos.» Richie se toca su cara negra, lentamente, con sus negras manos: ha dejado de sonreír.



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